Por La Actualidad
Es hora de poner en marcha el carrete de lo más destacado y ver al Sultán del Swing en pleno flujo sinfónico. Cuando Wasim Akram marcó su carrera, no sólo se esperaban wickets, sino brujería. Swing, seam, snarl y swagger: no sólo lanzaba, sino que actuaba.
5/61 vs India, Semifinal de la Copa del Mundo, Sharjah (1992)
Formato: ODI
El aire era denso, había mucho en juego y Wasim Akram era puro teatro. Desmanteló el orden intermedio de la India como si estuviera abriendo la cremallera de un libro de texto de críquet en avance rápido. Cada golpe era personal, cada wicket una declaración. Pakistán se lanzó al ataque y Akram dejó a los bateadores indios como si hubieran sido golpeados por un tornado estadístico.
6/44 vs Australia, Test de Melbourne (1990-91)
Formato: Prueba
El clásico Wasim: la nueva pelota susurrándole secretos que nadie más podía oír. La colocó en ángulo y la volvió a lanzar como un bumerán del infierno. Los bateadores australianos no sabían por dónde jugar, ni por dónde rezar. Cuando terminó, ya habían caído seis, y el público del MCG había sido testigo de una clase magistral de destrucción controlada. La confianza se hizo añicos, el marcador se vino abajo y, en algún lugar, Allan Border se limitó a suspirar.
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5/26 vs Inglaterra, Test de Headingley (1992)
Formato: Prueba
Estaba nublado, húmedo y prácticamente gritaba “condiciones Akram”. Entró corriendo, la lanzó hacia arriba y dejó que la pelota cantara su perversa canción. El primer orden inglés parecía estar jugando al pilla-pilla con una diana en movimiento. Al final, el mediocampo estaba hecho escombros y Headingley se había convertido en el laboratorio personal de la humillación de Wasim.
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7/14 contra Nueva Zelanda, Sharjah (1994)
Formato: ODI
Esta fue una carnicería en avance rápido. Siete wickets por catorce carreras. Deje que se marine. Los Kiwis no tenían ni idea de por dónde iba la pelota, ni de cuándo dejaría de moverse. El swing inverso doblaba el tiempo y el espacio, las bolas volaban y los bateadores hacían cola para entrar en el pabellón como si fuera un bufé. No fue sólo un hechizo; fue una advertencia para las generaciones futuras: nunca, nunca subestimes una bola blanca y brillante en manos de Wasim Akram.
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5 wickets en un partido de la Copa del Mundo (1999)
Formato: ODI
En 1999, Wasim era el general canoso, con menos furia y más delicadeza. Pero no nos engañemos, el fuego seguía ardiendo. Cada pelota estaba cargada de intención, disfrazada de arte. Consiguió wickets clave como un francotirador, rompiendo parejas antes de que pudieran siquiera parpadear. Pakistán no sólo ganó aquel día, sino que se pavoneó gracias a la mezcla de inteligencia e intimidación de Akram.
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La última palabra de la actualización
Wasim Akram no lanzaba overs, escribía guiones. Desde el polvoriento resplandor de Sharjah hasta la amenaza verde de Melbourne, convirtió la ciencia del swing en poesía y pánico. Olvidémonos por un momento de las estadísticas, estos golpes fueron momentos en los que la física ondeó la bandera blanca. Puede que el críquet pakistaní siga adelante, pero ¿los lanzamientos de Akram? Eternos, intocables, inmortales.





