El punto de vista de un aficionado sobre uno de los choques más encarnizados del fútbol
Por el adicto al Arsenal
Cuando se habla de rivalidades emblemáticas de la Premier League, el Arsenal-Manchester United se sitúa en lo más alto. No se trataba sólo de fútbol, sino de guerra, pasión, personalidades y, en algunos casos, pura injusticia.
Antaño, el Arsenal era el rebelde contra el sistema establecido. El United era el favorito de los medios de comunicación, la imagen del fútbol inglés y el legado de las “Busby Babes”, que perduraba gracias al dominio de Sir Alex Ferguson. Por su parte, el Arsenal de George Graham y, más tarde, de Bruce Rioch, era duro, descarnado y, a menudo, el villano. Y entonces llegó Arsène Wenger.
“¿Qué Arsène?”, decían. Pero no tardó en responder a esa pregunta con títulos, trofeos y un fútbol inédito en Inglaterra. Las batallas con el United de Ferguson fueron legendarias. Desde el impresionante cabezazo de David Platt en 1997, que selló una dramática victoria por 3-2 en Highbury, hasta la angustia de Villa Park, cuando Dennis Bergkamp falló aquel fatídico penalti y el pase errado de Vieira provocó una desgarradora derrota, estos momentos dieron forma a la era de la Premier League.
Pero lo que empezó como una competición justa acabó por apestar a algo más siniestro.
Ferguson parecía tener a la FA en sus manos. El trato dado a José Antonio Reyes (RIP) por los hermanos Neville y Paul Scholes fue brutal. Luego llegó el piscinazo de Wayne Rooney que acabó con la legendaria racha de 49 partidos invicto del Arsenal. Uno de los momentos más atroces, sin embargo, fue cuando Steve Bennett se dejó engañar por la teatralidad de Ruud van Nistelrooy. Patrick Vieira hizo un gesto, van Nistelrooy se dejó caer y Vieira fue expulsado. Para colmo de males, van Nistelrooy ganó más tarde un dudoso penalti y Martin Keown se encargó de recordarlo con aquel infame enfrentamiento en el pitido final. Ese momento sigue siendo un momento culminante para todos los Gooner.
¿El declive del United en los últimos años? Sinceramente, ha sido catártico. Al principio, la rivalidad era sólo eso, una competencia feroz. Pero luego llegaron la corrupción, las tácticas cínicas y el gasto imprudente. Traspasos “gratuitos” de grandes nombres como Falcao y Zlatan, abultadas facturas salariales y una puerta giratoria de directivos y fichajes fallidos. Pero lo que hace más difícil de digerir al United es su afición.
Ahora bien, no todos los aficionados del United son insoportables. Algunos son decentes, humildes y están bien informados. ¿Pero la mayoría? Delirantes y con derechos. Nunca han asumido su caída en desgracia, se aferran a glorias pasadas y actúan como si el regreso a la hegemonía fuera inevitable. Se quejan a cada paso, pero hacen la vista gorda ante las décadas que pasaron como los niños de oro de la FA.
Sus recientes problemas vienen de lejos. A pesar de los momentos de brillantez de De Gea, Bruno Fernandes, Garnacho, Amad Diallo e incluso Hotpoint (como algunos aficionados llaman en broma a Højlund), su inconsistencia y arrogancia siguen frenándolos.
Claro, los aficionados del Spurs son insoportables, sobre todo cuando ganan algo de vez en cuando, y los del Liverpool tienen sus momentos, pero ¿los del United? Se llevan la palma.
Por eso, cuando aparece el calendario, los dos primeros partidos que compruebo son el Arsenal contra el United en casa y fuera. Luego vienen el City, el Liverpool y, por último, los Spurs. Porque, pase lo que pase, este partido hace que la sangre fluya como ningún otro.




